sábado, 10 de octubre de 2009

Tres caras


Tres caras olvidadas en un afiche anónimo. Rostros con facciones bien definidas. Borroso. El mundo alrededor borroso.
Un viejo, un negro, un niño. Solos y ni siquiera juntos. Juntos en un cartel de tres fotos separadas. Separados de sus seres queridos, de lo conocido. Arrancados, extraídos de la vida cotidiana, del sol grisáceo de la ciudad, de los ruidos. Atados en algún pozo inaccesible, obligados a servir a seres sin rostro, golpeados, abusados, carentes de dignidad humana.
¿Habrá quién los reclame? Un día salieron de casa, rumbo a la plaza, el trabajo, la escuela. Nadie volvió a verlos, ¿alguien pregunta? Les vendaron los ojos, les dieron una dosis mayor de oscuridad, les cortaron la lengua, la comieron y rieron. Verdugos. Asesinos de lo venerable, lo diferente, la inocencia.
Tres sacos marrones los esperan para el descanso final. Si gritan no hay quien escuche. Pero no gritan, no tienen lengua ni voz. Seres prescindibles, golpeados sin culpa. Olvidados. Si al menos el cielo supiera llorar.

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