sábado, 21 de febrero de 2009

El despertar de lo efímero


Hay una flor de jacarandá, tan violeta de exceso de lila, que se marchita entre las líneas de tus manos. La mirás con la curiosidad insolente de la vida.
El romper de unas olas que recuerdo me remuerde de deseo inconfesable, el contacto de tu pecho sobre el mío y esa luna insomne que no se cansa y nos espía.
Ella, vos, yo. Ella más ella más ella.
Y nos quieren negar pero chocan con muros de sal y, atontados, deambulan tierras ajenas por cortos días.
Te acostumbraron a acariciarme por lo bajo, a que un beso sea el roce de dos labios, a esa sonrisa irónica de los ex esperanzados.
Y la impotencia tan mía. Y los brazos que arden por tocar lo que arde. Y el dolor de las olas ahogadas en lágrimas por su efímera existencia.
Y es que hay. De lo otro también hay.
Desearía gritarte en un suspiro que las olas vuelven, y si bien son otras, nosotras también lo somos mañana. Y otras más somos, somos las de ayer y la posibilidad de los espejos.
Y vos sos yo, y yo soy vos, pero distintas.

1 comentario:

  1. con esta frase
    "Y los brazos que arden por tocar lo que arde" le das otra dimensión

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